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La guía definitiva para practicar Freeletics después de los 40

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En octubre de 2014, cuatro meses después de cumplir 40 años de edad, comencé a practicar Freeletics entre dos y cuatro veces por semana. Al día de hoy llevo acumulados 118 sesiones.

Freeletics es un método de calistenia de alta intensidad promovido por un startup del mismo nombre que arrancó sus operaciones en la ciudad de Munich en 2013.

Está basado exclusivamente en ejercicios aeróbicos y anaeróbicos para los que solo se requiere el propio peso corporal y a lo sumo una barra fija, por lo que se puede entrenar prácticamente en cualquier lugar.

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Aunque el sitio web de Freeletics ofrece una variedad de ejercicios y rutinas gratuitas, su verdadero valor agregado consiste en un coach virtual que cuesta 70 Euros por 15 semanas y sugiere una serie semanal de rutinas según una serie de variables como tu peso corporal, edad y nivel de entrenamiento.

Estoy seguro que gran parte del éxito del que ha gozado Freeletics se debe a su estrategia de promover los vídeos filmados por sus usuarios que muestran su progreso con el método.

No hay nada mejor para hacerse una idea de lo que consiste el método que ver uno de esos vídeos, como el de Levent, que se ha convertido en poco menos que una celebridad entre los entusiastas de Freeletics en el mundo entero:

¡Alto ahí pequeño saltamonte!

Sé que te emocionaste tanto después de ver el vídeo de Levent (y de escuchar el temazo musical con el que lo acompaña) que no puedes aguantar las ganas de saltar del escritorio y arrancar tu primera rutina de una vez por todas.

Pero créeme que la cosa no es tan fácil y tienes que tomar unas cuantas precauciones, sobre todo si ya viste pasar unas 40 primaveras, como yo.

Todo lo que comento a continuación se basa en mi experiencia con el método durante los últimos seis meses:

Los resultados en cuanto a aspecto físico son muy buenos, pero no espectaculares

A pesar de que empecé a entrenar con un estado físico muchísimo mejor que el de Levent (de hecho, nunca en mi vida he alcanzado el nivel de obesidad con el que él empezó), logré bajar casi 9 kilos de peso aumentando mi masa muscular.

Pero con todo y eso, en 6 meses de trabajo no logré la tonificación muscular que logró Levent en 15 semanas. La razón es obvia: él tiene 25 añitos, yo unos cuantos más.

Por obvio que esto pueda parecer, es bueno tener presente la realidad ineludible de la ventaja metabólica veinteañera de la mayoría de los chicos y chicas que suben vídeos de Freeletics.

Al menos en mi caso, por más claro que tenía este tema a nivel consciente, estoy seguro de que los vídeos me afectaron a nivel subliminal lo suficiente como para causarme momentos un poco infantiloides de frustración con mi progreso.

Vas a sufrir al principio

Los primeros minutos del vídeo de Levent lo muestran sufriendo de una manera descarnada durante las primeras sesiones de Freeletics.

Y si bien en parte su dificultad inicial puede que se haya debido a su sobrepeso, casi todos los vídeos de YouTube muestran caras de sufrimiento durante los comienzos.

Incluso hay un vídeo por ahí de un chico de menos de 30 añitos que fue futbolista semi-profesional toda su vida diciendo que Freeletics era el entrenamiento más duro que había hecho en su vida.

Moraleja: si a los ventipico arrancar con Freeletics es duro, a los 40 es más bien infernal.

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Las llamas del infierno queman durante la mayor parte de los primeros dos meses. A partir de allí comienzan a apagarse, llegando al cuarto mes uno está nadando en endorfinas durante toda la sesión.

Esa, para mi, es la principal recompensa de este tipo de entrenamiento: el esfuerzo físico es tal que la mente se enfoca al 100% en el ahora.

Es imposible no mantener un estado de consciencia plena mientras se está haciendo un esfuerzo tal durante los 45 minutos promedio que dura una sesión.

Es imposible terminar una sesión sin sentirse renovado no solo físicamente, sino también mental y hasta espiritualmente.

Empezar gradualmente

Por otro lado, hay que tener cuidado con la filosofía just do it que impregna al sitio web y que incita a los usuarios a esforzarse al máximo y continuar con el entrenamiento contra lluvia, viento y marea.

En mi opinión, el freeathlete cuarentón tiene que tomarse el asunto con más calma.

Antes que nada, no le recomiendo a nadie empezar con Freeletics a secas después de los 40, sobre todo si no se está mínimamente en forma.

En mi caso, a pesar de siempre haber mantenido un nivel decente de actividad física, antes de empezar con Freeletics hice un mes completo de entrenamiento más suave: salía a correr 20 minutos casi todos los días y hacía varios sets de pocas repeticiones de planchas, sentadillas y abdominales.

Después hice otro mes completo de Tapout XT. Puede que te estés riendo en este momento, pero te aseguro que aunque los infomerciales de la empresa son sumamente cursi, el método es muy duro y sumamente efectivo.

Parar cuando sea necesario

Es importante descansar cuando sientas algún dolor que indique en lo más mínimo que se trata de algo más que la molestia muscular normal que puede surgir después del ejercicio (que al principio ya es desgarradora de por sí).

En mi caso, calculo que debo haber pasado unas cuatro semanas en estado de reposo o semi-reposo debido a distintas molestias que fueron surgiendo: dolor lumbar, dolor de espalda, y ahora un dolor en la rodilla derecha que tiene toda la pinta de ser el menisco por la que ya llevo casi dos semanas a menos de media máquina.

Olvídate de los tiempos

Una parte fundamental de Freeletics consiste en esforzarse progresivamente para lograr hacer las rutinas en menos tiempo. Pero si tienes más de 40, recomiendo olvidarte de ese aspecto por lo menos durante los primeros dos meses de entrenamiento.

Al principio lo importante es terminar las rutinas independientemente de cuánto tiempo te tomen. Los tiempos van a ir mejorando paulatinamente sin que te des cuenta: hoy en día estoy haciendo en 40 minutos rutinas que me tomaban 90 hace unos meses.

La nutrición es crucial

Aparte del servicio de coach electrónico, Freeletics ofrece una guía nutricional interesante, sobre todo por las recetas sanas y sabrosas que incluye.

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No cabe duda de que comer bien es fundamental para sacar el máximo provecho del método en todos los sentidos, pero en mi caso tengo que confesar que Freeletics más bien me ha permitido comer bastante más carbohidratos que antes.

Hoy en día como bastante más pasta, papas, pan y arroz de lo que acostumbraba, sobre todo inmediatamente después de una de las 3-4 sesiones de Freeletics que hago por semana.

Pero el hecho es que el nivel de actividad física es tan intenso que incluso comiendo ese tipo de carbohidratos durante días de descanso logré perder más grasa corporal durante estos meses que con cualquier otro régimen de ejercicio físico que haya probado en mi vida.

Ser una criatura de la noche

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Nunca leas la entrada de Wikipedia sobre tu banda favorita de los 80.

Puede que te enteres de cosas terribles.

Por ejemplo, que Criaturas de la noche de Kiss, uno de mis albums favoritos de la infancia, fue básicamente un fiasco total.

Recuerdo el escalofrío que me recorrió la espalda cuando a mis tiernos nueve años vi la carátula del disco por primera vez.

Peter Criss, El hombre gato, se había cambiado el maquillaje: ahora era más estilizado, más aerodinámico, más moderno.

Puede que pintarse la cara como el gato Silvestre hubiese sido adecuado para los 70. Pero la banda de rock más grande de la historia no podía sino tener la capacidad visionaria para adaptarse a las tendencias de lo que ya era un siglo XX casi casi terminado.

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Y lo que auguraba ese cambio ominoso de maquillaje se cumplió a cabalidad cuando escuché el álbum.

Recuerdo mi mano temblorosa colocando la aguja del tocadiscos sobre el vinil.

Recuerdo el riff estruendoso del primer tema.

Era un álbum muy pesado, oscuro, denso.

Otro escalofrío me dio a entender lo que auguraba ese cambio de maquillaje del hombre gato: Kiss se adaptaba a los tiempos modernos volviendo a sus raíces.

Volvían a ser heavy.

Vovlían al rock de verdad.

Yeah.

Pero la maldita Wikipedia se empeña en contradecir lo que en su momento me pareció una de las revelaciones musicales más contundentes que jamás hubiese podido tener un chico de segundo grado.

Parece que aunque es verdad que el álbum volvía al rock duro más setentoso que caracterizó a la banda en sus inicios, la movida fue más bien un intento desesperado de recuperar parte de la fanaticada que había perdido con los últimos tres álbumes.

Tres álbumes comercialmente exitosos pero impregnados de una onda pop que alienó por completo a los rockeros más puristas que apoyaron a la banda en sus comienzos.

Se habían prostituido de tal manera que el gutiarrista de la banda, Ace Frehley, el legendario Rayo del espacio, no pudo manejarlo.

Fue cayendo en el alcoholismo al punto de que aunque apareció en la carátula de Criaturas de la noche, no tocó en ninguna de las canciones del álbum.

Su estado era tan patético que llegó a cometer cagadas tan magistrales como no saberse la letra de las canciones cuando la banda hacía los playbacks de las promociones televisadas del álbum.

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No duró mucho tiempo más en la banda.

El Hombre gato tampoco, a pesar de todo lo que auguraba su visionario cambio de maquillaje.

(Criss volvió a la banda muchos años más tarde durante uno de esos relanzamientos morbosos que tantas bandas de rock intentaron alguna vez, pero volvió a salir en 2000 cuando, de nuevo según la despiadada Wikipedia, descargó su frustración existencial destruyendo a golpes una batería durante un concierto, ante una multitud de fans ya bastante viejos y que, para colmo del bizarro, creyeron que el ataque psicótico era parte del show).

Pero a pesar de todo, Kiss sigue inspirándome.

Hoy me levanté de la cama a las tres y media de la madrugada con el llanto de mi hija, tal como lo he estado haciendo durante el último mes y medio desde que nació.

Y mientras la consolaba y su madre se preparaba para amamantarla, por alguna razón recordé la carátula de Criaturas de la noche.

Y se me ocurrió que ahora que mi hija prácticamente me lo exige, éste es el mejor momento para experimentar con el sueño polifásico, lo cual he querido hacer desde hace bastante.

(También pensé que llegará el día en que tenga que explicarle que en algún momento de la historia del mundo los chicos de nueve años -y otros bastante mayorsitos- llegaban al clímax de la euforia cuando el bajista de una banda de tipos con la cara pintorreteada y mucho pelo en pecho se ponía a escupir pintura roja por la boca como si tuviese una úlcera sangrante.)

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El sueño polifásico es la práctica de dormir múltiples veces en un período de 24 horas, en lugar de dos ves al día (sueño bifásico), o una vez al día (sueño monofásico).

Muchos practicantes del sueño polifásico dicen haber logrado, después de un período de adaptación más o menos incómodo, reducir considerablemente el tiempo total de sueño diario sin perder energía física ni mental.

Mi primera referencia sobre el tema fue el experimento de Steve Pavlina por allá por el 2006, durante el cual durmió 20 minutos cada cuatro horas durante cinco meses y medio, aparentemente con muy buenos resultados.

Por otro lado, la entrada de Wikipedia sobre sueño polifásico (mejor leer Wikipedia para estas cosas que para destruir los sueños rockanroleros de nuestra infancia) nos dice que aunque se ha dicho que Leonardo Da Vinci, Napoleón y Nikola Tesla practicaban el sueño polifásico, parece que hay más mito que realidad en esa idea.

Pero ya hablaremos de la teoría y los casos de estudio en entradas posteriores.

De momento solo quería transmitirles mi inspiración.

Ya habrá tiempo para la acción.

Lo que me atrae de la idea es aprovechar al máximo el silencio y frescura mental de la noche para dedicarla a escribir, meditar, y a esas cosas que, de momento, el caos de mis días me está dificulatndo hacer a la luz del sol.

Para mi, de lo que se trata, es de aprender a ser una criatura de la noche.

La muerte está en el aire y todo está bien

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“No quiero alcanzar la inmortalidad mediante mi trabajo, sino simplemente no muriendo”
Woody Allen, La última noche de Boris Grushenko

Justo cuando pensaba que podía dar por terminada mi reflexión sobre el impacto del fallecimiento de mi madre el año pasado, el “El Antídoto: felicidad para gente que no soporta el pensamiento positivo” de Oliver Burkeman me dio un montón de material para seguir rumiando el tema de la muerte como fuerza revitalizante.

Y a pesar de que la muerte está siempre presente en las noticias de todo el mundo, el libro me llegó casi simultáneamente con dos noticias que me resultaron particularmente cercanas:

La semana pasada, aquí en Buenos Aires, el cuerpo del fiscal Alberto Nisman fue encontrado en su apartamento, provocando una mega crisis política.

Dos días más tarde, AK Canserbero, un rapero de Venezuela cuya obra acababa de descubrir y me animó a escuchar otros artistas de la ola emergente del hip-hop de mi país natal, saltó desde el piso 10 de un edificio después de matar a puñaladas a su amigo y manager Carlos Molnar.

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El libro se nutre de la psicología cognitiva, la filosofía y la literatura clásica para demoler los cimientos del culto del pensamiento positivo en el que se basa la industria moderna de la autoayuda. Y para rematar, Burkeman condimenta sus dotes narrativas con bunas dosis de humor británico bien crudo.

Para ilustrar la futilidad del pensamiento positivo, Burkeman empieza por recordarnos el perenne desafío propuesto por Fiódor Dostoyevski en Notas de invierno sobre impresiones de verano:

Intente imponerse la tarea de no pensar en un oso polar y verá al condenado animal a cada minuto.

Después de varios años de trabajar como periodista en el campo de la psicología, Burkeman llegó a la conclución de que lo que unía a los psicólogos, filósofos, e incluso al ocasional gurú de la autoayuda cuyas ideas parecían ser sólidas, era la constatación de que el reto del oso polar de Dostoyevski es una gran metáfora de la falencia fundamental de las recetas populares para la felicidad.

Por ejemplo, el trabajo realizado en el campo de la “teoría del proceso irónico” muestra que la capacidad humana para la “metacognición”, para pensar sobre el pensamiento, cortocircuita de manera bastante peculiar cuando abusamos de ella (traduje todas las citas del libro de Burkeman que siguen a continuación de la edición original en inglés del libro):

Cuando tratas de no pensar en un oso blanco, puede que hasta cierto punto logres forzarte a pensar en otras cosas. Pero al mismo tiempo arranca un proceso de monitoreo metacognitivo que se encarga de escanear tu mente buscando evidencia de si estás teniendo éxito en la tarea o no. Y aquí es donde las cosa se pone peligrosa, porque si intentas con demasiado ahínco… [e]l proceso de monitoreo comenzará a tener más protagonismo que el debido en el escenario cognitivo… de repente, solo serás capaz de pensar en osos blancos y en lo mal que estás desempeñándote en la tarea de no pensar en ellos.

Hay una buena cantidad de evidencia de que esto es muy similar al proceso que frustra la mayor parte de nuestros esfuerzos por pensar positivamente:

Las investigaciones de [Daniel] Wegner, [profesor de psicología de la Universidad de Havard], y de otros académicos, ha logrado acumular más y más evidencia que apoya esa idea. Un ejemplo: cuando a sujetos experimentales se les informa de un acontecimiento triste, pero luego se les instruye que traten de no sentirse tristes por ello, terminan sintiéndose peor que las personas a las que se les informa del evento pero que no se les da instrucciones acerca de cómo sentirse. En otro estudio, unos pacientes que sufrían de trastornos de pánico experimentaron latidos más rapidos del corazón después de escuchar cintas de relajación que otros pacientes que escucharon audiolibros sin contenido explícitamente “relajante”… la gente a la que se le instruye no pensar en sexo exhibe mayor excitación, medida por la conductividad eléctrica de la piel, que los que no se les instruye suprimir esos pensamientos.

Desde esta perspectiva, la mayoría de las técnicas favoritas de la industria de la autoayuda para lograr la felicidad y el éxito, como el pensamiento positivo y la visualización de metas, sufren de un defecto irremediable. Y Burkeman propone en su lugar absorber la obra de pensadores que promueven un “camino negativo” alternativo a la felicidad, que nos animan a estar dispuestos a experimentar más emociones negativas, o por lo menos a dejar de huír tan histéricamente de ellas.

Además de los trabajos en el campo de la psicología cognitiva,

Encontrarás [esta visión] en las obras de los filósofos estoicos de la antigua Grecia y Roma, que destacaban los beneficios de siempre contemplar lo mal que pueden ir las cosas. Se encuentra en el núcleo del budismo, que aconseja que la verdadera seguridad se encuentra en la aceptación sin restricciones de la inseguridad… el mismo enfoque “negativo” de la felicidad también ayuda a explicar por qué tantas personas encuentran la meditación de atención plena o mindfulness tan beneficiosa, por qué una nueva generación de pensadores en el campo de los negocios está aconsejando a las empresas abandonar su obsesión por la imposición de metas y, por el contrario, recibir la incertidumbre con brazos abiertos…

La palabra “negativo” en este contexto no se refiere necesariamente a las experiencias y emociones desagradables: “…algunas filosofías de la felicidad son mejor descritas como “negativas” porque implican el desarrollo de habilidades de “no hacer” – de aprender a no perseguir a los sentimientos positivos de manera tan agresiva”.

Via Flickr: https://flic.kr/p/b2ozz6
Via Flickr: https://flic.kr/p/b2ozz6

Pero hay un pensamiento que nuestras mentes logran suprimir con un nivel excepcional de éxito: el de nuestra mortalidad.

Cuanto más uno reflexiona sobre esto, más extraño parece. Somos perfectamente capaces de sentir una aguda lástima por nosotros mismos ante dificultades más pequeñas, todos los días, en casa o en el trabajo. Sin embargo, prácticamente no nos preocupamos conscientemente ante el mayor drama humano. “En el fondo”, escribió Freud – radicalmente, como de costumbre, pero en este caso de manera convincente – “nadie cree en su propia muerte”.

Burkeman cita el magnum opus de Ernest Becker, La negación de la muerte (incluido inmediatamente en mi lista de libros para leer en 2015), que contiene una de las explicaciones más convincentes de esta notable capacidad de nuestras mentes:

Para Becker, nuestra incapacidad para reflexionar seriamente sobre nuestra mortalidad no es accidental ni se debe a un descuido: argumenta que es precisamente porque la muerte es tan aterradora y significativa que no pensamos en ella… pero la consecuencia es que dedicamos nuestra vida asuprimir ese miedo, erigiendo enormes fortificaciones psicológicos que nos permiten eludir confrontarla.

Según Becker, una enorme cantidad de actividad humana está “diseñada en gran parte para evitar la fatalidad de la muerte, para superarla negando de una manera u otra que es el destino final del hombre”.

Y la razón principal por la que logramos negar nuestra mortalidad hasta tal punto es nuestra capacidad para construir un yo simbólico que convive en nuestra mente con la percepción de nosotros mismos como seres físicos:

Y si bien es inevitable que el ser físico perezca, el yo simbólico – el que existe en nuestras mentes – es muy capaz de convencerse a sí mismo de que es inmortal… Becker ve todas las religiones, todos los movimientos políticos y las identidades nacionales, toda iniciativa empresarial, toda actividad caritativa y todas las actividades artísticas como “proyectos de inmortalidad”.

En el fondo, nos vemos a nosotros mismos como héroes inmortales. Desde esta perspectiva, incluso el ateo más recalcitrante depende de una noción de la vida después de la muerte. Para Becker, el individuo que no logra construir esta noción cae en la enfermedad mental: la principal causa de la depresión es el fracaso de algunas personas para protegerse de la verdad de que no son potentes héroes que dejan una huella indeleble en el cosmos.

De hecho, los proyectos de inmortalidad son una gran fuerza creativa que nos permite realizar grandiosos proyectos de “arquitectura, literatura, elevados actos de filantropía y civilizaciones complejas”,

… Pero según Becker también son la causa de las peores cosas de la vida… La guerra representa el choque de proyectos de inmortalidad por antonomasia: si mi sentido de la inmortalidad se basa en el triunfo de mi nación, y el tuyo en el de tu nación, vamos a luchar más frecuentemente y con más pasión que si solo nos interesase el territorio o el poder… el filósofo Sam Keen, parafraseando a Becker, [dice que los conflictos humanos] son luchas entre la vida y la muerte – mis dioses contra tus dioses, mi proyecto de inmortalidad contra el tuyo”. En otras palabras, luchamos con tanto ahínco para preservar nuestra inmortalidad simbólica que terminamos sacrificando nuestras vidas físicas.

Por suerte, hay una manera de exorcizarnos a nosostros mismos de los mecanismos profundamente arraigados en nuestra psique que nos permiten negar nuestra muerte sin caer en el abismo de la desesperación existencial depresiva.

Para Burkeman, el primer paso en esta dirección es hacer uso de las enseñanzas de Epicuro y darnos cuenta de que no hay ninguna necesidad de fantasear con que la vida continúa después de la muerte:

“La muerte no es nada para nosotros” dice [Epicuro], “ya que cuando somos, la muerte no ha llegado, y cuando ha llegado la muerte, no somos”. …La muerte significa el fin del sujeto de la experiencia, y por lo tanto del fin de cualquier capacidad para experimentar el estado que tememos. O como lo expresó Einstein: “El miedo a la muerte es el más injustificado de todos los miedos, porque el que está muerto no corre ningún riesgo de sufrir un accidente”.

Sin embargo, aunque necesaria, Burkeman piensa que la máxima epicúrea no es suficiente:

Sin importar qué tan convincentes le parezcan a uno los argumentos de Epicuro sobre no temerle a la muerte, no se sigue que la muerte no sea algo malo… llegar a entender la muerte como algo que no hay razón para temer, pero que sigue siendo algo malo debido a lo que lleva a su fin, podría ser el camino medio ideal. El argumento es sumamente terrenal, pragmático y estoico: cuanto más conscientes estemos de la finitud de la vida, más la apreciaremos, y será menos probable que la desperdiciemos en distracciones.

Para construir el hábito de recordar nuestra mortalidad y así fortalecer nuestra capacidad para concentrarnos en el significado, Burkeman recomienda un ejercicio muy simple sugerido por el psicólogo Russ Harris:

[I]magina que tienes ochenta años – asumiendo que no los tengas ya; de ser así, tendrás que imaginar que tienes una edad más avanzada – y luego completa las frases “Ojalá hubiese dedicado más tiempo a…”, y “Ojalá hubiese dedicado menos tiempo a…”. Esto resulta ser una manera sorprendentemente eficaz de tomar conciencia de la mortalidad en el corto plazo… es precisamente a través de este tipo de rituales mundanos y sin pretensiones que podemos esperar envolver los ritmos diarios de la vida con la conciencia de nuestra muerte, y alcanzar algo parecido a la racional calma de Epicuro de cara a la mortalidad.

Burkeman también nos recuerda que la relación del mundo occidental con el concepto de la mortalidad no siempre fue tan poco saludable como lo es hoy en día:

[En la antigua Roma], según la leyenda, los generales que salían victoriosos de las batallas ordenaban a un esclavo seguirlos mientras desfilaban por las calles; el esclavo tenía que repetir, en beneficio del general, una advertencia contra la arrogancia: memento mori, “recuerda que morirás”… La motivación específica para contemplar la mortalidad difiere de una época a otra y de una cultura a otra. En el mundo antiguo tenía mucho que ver con recordar saborear la vida como si se tratara de una deliciosa comida… para los cristianos posteriores se trataba más bien de recordar la necesidad de comportarse bien en anticipación del juicio final.

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Pero los rituales tradicionales para reconciliar la vida con la muerte siguen vivos en el siglo XXI, y Burkeman considera el Día de los Muertos en México como uno de los más poderosos. Como parte de su investigación para el libro, visitó el pueblo mexicano de San Gregorio Atlapulco durante la celebración de la fiesta:

El día de los muertos no es un esfuerzo para convertir algo horrible en algo inocuo; es, precisamente, el rechazo de tales categorías binarias. Lo que estaba ocurriendo en el cementerio era memento mori en su máxima expresión – un ritual que ni reprimía el pensamiento sobre la muerte ni buscaba, a la manera del Halloween estadounidense o británico, edulcorarlo y hacerlo inofensivo. Consistía en dejar que la muerte impregnase la vida.

Y puede decirse que el Día de los Muertos tuvo un fuerte impacto en Burkeman porque, su escritura resplandece cuando elabora sobre su experiencia con la celebración:

Los acordes de la banda de mariachis flotaban desde el otro lado del cementerio. Miré por encima y lo vi sembrado de caléndulas y lleno de figuras apiñadas. Más allá de sus bordes no habían luces que iluminasen la oscuridad, pero en su interior los fuegos y el chisporroteo de los cientos de velas creaban una atmósfera acogedora en medio de la noche a pesar del frío. Los músicos seguían tocando. La muerte estaba en el aire, y todo estaba bien.

Energía nueva para el año nuevo

Vía Flickr: https://flic.kr/p/8hfbmZ
Vía Flickr: https://flic.kr/p/8hfbmZ

2014 fue un año bastante intenso. Mi madre falleció en febrero y mi esposa quedó embarazada en mayo. Nuestra hija va a nacer unos días después del aniversario del fallecimiento de su abuela.

Pasar por la alegría de la llegada de un nuevo ser querido y el dolor de la despedida de otro son experiencias profundamente transformadoras en sí mismas. Pero puede que pasar por las dos casi al mismo tiempo refuerce el efecto transformador considerablemente.

Haya sido o no la consecuencia de abrazar el ciclo de la vida, el hecho es que el 2014 trajo suficientes cambios importantes y positivos como para considerarlo en un año trascendental en mi vida:

  • Me convertí en freelancer a tiempo completo. Ya puedo decir que vivo de mi trabajo como intérprete, traductor y escritor. Guau. Es sólo ahora al escribir esto que me doy cuenta de lo grande que es para mí este logro y que no lo he celebrado apropiadamente. Todavía no gano tanto como me gustaría, pero hasta ahora ha sido suficiente para vivir cómodamente durante todo el año, incluso después de que mi esposa dejara de trabajar para concentrarse exclusivamente en tener un embarazo tranquilo y saludable. Eso, por supuesto, aparte de todas las pequeñas ventajas que vienen de trabajar para uno mismo: sin desplazamientos diarios de la casa a la oficina, sin jefes, sin tener que lidiar con los problemitas Dilbertianos de la vida corporativa y sin horarios fijos.
  • Rompí la barrera de resistencia física y finalmente logré instalar el hábito del ejercicio regular e intenso en mi vida. Tan pronto como aterricé en Caracas para estar con mi madre durante sus últimos días comencé a sentir una presión en la parte posterior de la rodilla que persistió durante varias semanas. Cuando llegué a Buenos Aires mi médico me diagnosticó un menisco inflamado. Me dijo que la causa fueron las sentadillas de una sola pierna que hice durante mi (retrospectivamente imprudente) intento de iniciar una rutina de entrenamiento minimalista basada en el régimen de calistenia bastante extrema del fabuloso Al Kavadlo. Después de tres meses de casi cero ejercicio físico y 15 sesiones de quinesiología, empecé de nuevo, avanzando poco a poco, y cuando me sentí lo suficientemente fuerte me puse a a buscar un programa de calistenia que fuese intenso pero no tan extremo como de Al. Y así me tropecé con Freeletics. Estoy a punto de terminar la quinceava semana del programa y puedo decir que los resultados han sido poco menos que increíbles: Hacía años que no me sentía físicamente tan fuerte y lleno de energía y que no perdía grasa corporal y ganaba masa muscular a una tasa tan rápida y sostenida.
  • Seguí escribiendo regularmente. Ciertamente no en este blog, pero más que nada gracias a una enriquecedora colaboración con mis amigos de Las Indias.
  • Empecé a meditar de nuevo. Aun no tengo el hábito tan arraigado como me gustaría: Quiero llegar al punto de ser capaz de sentarme absolutamente todos los días durante al menos 10 minutos. Pero voy por buen camino, sentándome en promedio unas 4 veces por semana. En gran parte se lo debo al úlitmo gran librito de Sam Harris. Este quizá sea mi logro más importante del año. Dudo que hubiese sido capaz de lidiar serenamente con la pérdida de mi madre, el embarazo de mi esposa y la transición a trabajar independientemente a tiempo completo sin meditar. También he sentido un impacto importante en mi estado de ánimo y en el resurgimiento de una especie de sensibilidad espiritual que no había sentido desde 2009. (Sí, acabo de utilizar la palabra “espiritual” después de años de luchar con ella. El pequeño gran libro de Harris me reconcilió con el término, aunque también jugó su papel el “Ateísmo 2.0” de Alain de Botton, cuyo trabajo he estado absorbiendo principalmente a través, de nuevo, de mis buenos amigos de las Indias).
  • Recuperé mi apetito por la lectura. Por alguna razón mi apetito por la lectura había disminuido, pero regresó repotenciado hace un par de meses y sigue insaciable desde entonces. Puede que tenga que ver con el aumento de energía proporcionado por mi nueva rutina de meditación/ejercicio, y tengo ganas de empezar a reseñar libros de vez en cuando en este blog. Ahora mismo estoy leyendo “Las trampas del deseo” de Dan Arieli y “El libro del mindfulness” de Bhante Henepola Gunaratana. Y en el departamento de ficción, estoy releyendo “1984” de George Orwell y “Lexicón” de Max Barry.
  • Volví a Facebook. Esto por supuesto no es un logro, pero creí apropiado mencionarlo en este post por lo vehemente que fueron mis razones para para dejar de usar el servicio. Todavía me disgustan muchas cosas acerca de Facebook que no me agradaban en ese entonces y no lo uso ni remotamente con la frecuencia de antes. Pero el hecho es que Facebook es tan enorme que simplemente hoy en día no hay otra manera de ponerse en contacto con algunas personas. Muchos queridos y viejos amigos que se encuentran dispersos en todo el mundo lo usan como su principal presencia en línea, y debo admitir que ser capaz de ver lo que están haciendo de vez en cuando me produce una sonrisa que compensa las violaciones de privacidad y las molestias a las que me somete de vez en cuando. Y por supuesto, también hay gente sumamente interesante que publica la mayor parte de su valiosísimo contenido en Facebook. Recuerdo que varias personas me advirtieron en su momento que probablemente terminaría volviendo exactamente por estas razones y descarté sus advertencias con un tono un poco arrogante. Si están leyendo esto, me disculpo.

Es bastante evidente que si hay un hilo común a todos estos acontecimientos que experimenté durante el año pasado, puede ser descrito bastante bien con el término “energía”. Centrarme en la gestión de la energía física y mental marcaron una diferencia importante para mí durante 2014, y espero compartir lo que aprenda en 2015 a medida que siga trabajando y experimentando en ese sentido.

La evolución de mi Sistema Evernote-GTD

Desde la última vez que escribí al respecto, mi sistema de organización personal ha evolucionado hasta un punto que ya no sé si puede decirse que es un sistema GTD, sobre todo porque ya no organizo mis tareas pendientes como «próximas acciones» a ejecutar según me encuentre en un lugar determinado. Y en vez de un archivo tickler, ahora uso entradas apropiadamente programadas en mi calendario.

GTDnotebooksAsí que hoy en día mi sistema está conformado por tres cuadernos denominados de acuerdo a la terminología básica de GTD: Proyectos, Materiales de Soporte y Referencia, y Algún Día/Tal Vez.

(¿Aun no has leído el libro? Créeme que es una de las pocas joyas sobre productividad personal que pueden encontrarse hoy en día, te recomiendo leerlo y luego repasar este post).

GTD TagsPara las etiquetas uso una estructura análoga: tres grupos de etiquetas, uno para cada cuaderno, y por lo tanto con los mismos nombres.

El cuaderno de Proyectos

A cada proyecto le asigno una nota «general» en la que llevo un control de todas las tareas pendientes que tengo que ejecutar para que el proyecto avance, y poco más. Si alguna de esas tareas se hace lo suficientemente compleja como para tratarla como un sub-proyecto, creo una nota aparte para ella.

Todas la notas de este cuaderno se numeran de acuerdo a la prioridad de cada proyecto (que principalmente refleja su importancia, pero también puede reflejar su urgencia en cierta medida). Cada sub-proyecto hereda su número del proyecto del que se deriva, con un dígito adicional a la derecha, por ejemplo, los sub-proyectos del proyecto 02 se numerarían 021, 022, 023, etc.

Projectsfolder

Para visualizar separadamente todas las notas relacionadas a un proyecto específico, uso el grupo de etiquetas denominado «Proyectos»:

Projecttags

Si un sub-proyecto determinado se vuevle lo suficientemente complejo como para originar sus propios sub-proyectos, le asigno una etiqueta para poder visualizarlo separadamente con todos sus sub-sub-proyectos, y así sucesivamente.

El cuaderno de Materiales de Soporte y Referencia

En este cuaderno guardo principalmente notas para usar como referencia y soporte a proyectos presentes o futuros, pero también cualquier nota que tome por cualquier razón que sea, sobre cualquier tema que pueda interesarme.

Esto se refleja en la estructura de las etiquetas asociadas a este cuaderno, que se basa en un orden alfabético simple en el que cada proyecto representa una sub-etiqueta.

Por ejemplo, si hago una nota en la que apunto mis reflexiones sobre la belleza de las flores de la primavera porteña, que no tendría relación alguna con ningún proyecto, simplemente quedaría etiquetada con una «F».

En cambio, cualquier nota que tome sobre el oficio de escritor freelance en general se etiqueta como «Escritura Freelance». Y si creo varias notas relacionadas a un proyecto particular que esté llevando a cabo en calidad de escritor freelance, por ejemplo, si estoy tomando un curso sobre cómo escribir propuestas de artículos para editores, crearía una sub-etiqueta bajo «Escritura Freelance» llamada «Curso Propuestas Editores», de manera que me sirva para visualizar separadamente todas las notas relacionadas con el curso:

Referenceandsupportmaterialsnotebook

Ya no uso el cuaderno de Materiales de Soporte y Referencia como herramienta por defecto para archivar material en línea, por lo que como mucho sólo guardo material que esté claramente relacionado a un proyecto particular, etiquetándolo con el nombre del proyecto o sub-proyecto con el que se relaciona.

Para archivar cualquier otro tipo de material interesante con el que me pueda tropezar, uso una estructura similar para mis marcadores en Mozilla Firefox:

Bookmarksmanager

El cuaderno Algún Día/Tal Vez

En este cuaderno mantengo las notas sobre cosas que me gustaría hacer en algún momento indefinido en el futuro. También mantengo una estructura de etiquetas para este cuaderno, aunque mucho más simple.

La idea es tener un lugar para tomar nota sobre posibles proyectos a abordar, pero también sobre libros que me pueda interesar leer, películas que quiero ver, etc.

Somedaymaybenotebook

Y eso es todo. Como moraleja quizás podríamos decir que en lo que concierne a sistemas de productividad personal, el truco es ser flexible y modificarlos con el tiempo, de manera que el ensayo y error nos permita mantener lo que nos funciona, descartar el resto, y terminar con una herramienta prácticamente hecha a nuestra medida.